"Había una vez..."una vez" que a fuerza de ser contada se repitió tantas veces que se volvió realidad"
Jorge Bucay
Quizás producto de la reflexión
personal de estos días, en este post, quisiera poner la mirada en cómo, en
ocasiones, las expectativas que tienen
de nosotros/as y que nosotros/as tenemos de los demás, condicionan nuestras
relaciones personales y profesionales.
Y es que en educación, sean
nuestros/as alumnos/as niños/as, adolescentes, jóvenes y/o adultos/as, las expectativas juegan un papel primordial no
sólo en la comunicación sino en el “rendimiento” en el “desempeño”, en el “aprendizaje”.
Cómo mera espectadora externa,
veo con tristeza, que muchos niños/as en edad escolar, son las "primeras víctimas" de estas escasas expectativas que tiene su propio profesorado de ellos/as. Frases como “de
dónde no hay no se puede sacar”, “nunca serás sobresaliente” “nunca lograrás
nada” marcan "a fuego", negativamente, muchas vidas e ilusiones de niños/as, padres y
madres, que soñaban que podrían llegar a cumplir sueños con la educación,
llegando en muchos casos a transformarse en creencias e integrarse
en el propio auto-concepto de ese/a niño/a, que hoy es adulto/a y que no se cree
capaz de lograr estas mismas metas que le permiten avanzar y sentirse con capacidades
y cualidades para concretar sus anhelos profesionales. Es esta "profecía autocumplida" la que se conoce, también, como efecto Pigmalión.
Este efecto del que tanto se habla en
psicología y pedagogía, tiene su origen, en un
mito griego, narrado en la obra “La metamorfosis”, de Ovidio. Precisamente,
describe cómo la creencia que tiene una persona puede influir en el rendimiento
de otra persona…En este caso, en la mencionada
obra, un escultor llamado Pigmalión se
enamora de una de sus creaciones: Galatea.
A tal punto llega su pasión por la escultura, que ésta cobra vida, por
obra de Afrodita, que al ver el amor que Pigmalión sentía por la estatua, da vida a Galatea.
Ya en nuestros tiempos, concretamente en
la década del 60, dos investigadores, Robert Rosenthal y
Lenore Jacobson llevaron a cabo un “experimento consistente en practicar una
prueba de inteligencia a niños de los cursos primero a sexto con el falso
nombre de “Test de Harvard de Adquisición Conjugada”. Dijeron que la prueba era
indicativa de la capacidad intelectual naciente, cuando, en
realidad la prueba sólo medía algunas aptitudes no verbales.
A los maestros, se les
dijo que era de esperar que los alumnos que obtuvieran buenos resultados en el
test tendrían avances sin precedentes en el transcurso del siguiente año. Lo
cierto, es que las pruebas no podían predecir tal cosa", pero el profesorado creyó en los buenos resultados de un determinado grupo (aunque en realidad no eran resultados concluyentes ni el grupo de referencia era el que mejores resultados había demostrado)
Ocho meses después, el grupo que peores resultados había sacado en el test, había avanzado intelectualmente más que el resto y el
cociente intelectual de los componentes del grupo había aumentado significativamente. Había
una asociación entre las expectativas del profesorado y el rendimiento del alumnado.”
Con el experimento propuesto se mostró cómo las expectativas positivas mejoraron el desempeño de los estudiantes, pero ¿qué pasa si las expectativas que tenemos son negativas? Tal vez, esta pregunta retórica nos mueva a replantearnos cómo trabajamos en clase y si confiamos realmente en todo el potencial de nuestro alumnado... Si con sólo pensar en nuestra práctica, estamos estableciendo un diálogo interno como docentes, el objetivo de esta entrada, queda cumplido.
Gracias por vuestro tiempo.
Fantástico post! Este efecto también sucede entre padres, madres e hijos/as... entre tod*s hacemos posible la creencia del "Tú puedes" Gracias por los aportes, soy admiradora del blog!
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=FI6WGiDhse4
Gracias por tu comentario y por tu aporte. El link que propones, es genial.Preciosa película. Demuestra y refuerza, cómo, la confianza y las expectativas, siempre motivan a conseguir las metas. GRACIAS por tu tiempo. ¡Feliz martes!
ResponderEliminarMuy interesante, de verdad, enhorabuena!
ResponderEliminarGracias Francisco por tu tiempo de lectura. Me alegra que te haya parecido interesante. Saludos.
EliminarHola Lourdes!
ResponderEliminarMe gustò muchìsimo tu post.
Digamos que miré todo desde otro ángulo...
Trabajando en una escuela donde los niños son los que (lamentablemente) no tienen muchas expectativas en sì mismos salvo caminos errados e igual las familias que los conforman, tus palabras me ayudan a ver que por poquito que uno intente o haga, siempre serà significativo...
Abrazo gigante!
Clara
Hola Clara :-)
EliminarMuchas gracias por el comentario. Coincido con vos en que siempre podemos aportar nuestro "granito de arena" como educadores/as en mejorar las propias expectativas que pueden tener sobre sí mism@s, nuestr@s alumn@s. Besos
Muy buen concepto..la verdad me encanta, por mi parte en clases siempre tomo en cuenta el efecto Pigmalión y me da mucha satisfacción al final de un proceso.
ResponderEliminarPerdona por el retraso en la respuesta. Tuve inconvenientes técnicos para la publicación de los comentarios, pero aquí estoy, esperando que el nuevo año nos traiga nuevas experiencias y aprendizajes que compartir.
EliminarSí, la verdad que es un concepto que aunque parece muy teórico, es totalmente aplicable y ¡real!
Me alegra que te genere buenas experiencias con tu alumnado.
Gracias por tu tiempo de lectura. Espero que la información te sea de utilidad.